El Románico
Contemplar una iglesia románica construida en un precioso valle produce un placer sencillo y pleno porque, entre otras razones, está construida a partir de la medida del hombre.
Dentro del estamento del clero hay que diferenciar entre el clero oficial y los monjes. En la alta Edad Media el monacato se estableció como forma de vida laica separada del clero oficial y hasta el siglo IX los monjes no recibían las órdenes sacerdotales. Para ser aceptado en un monasterio había que demostrar que se tenían unas cualidades interiores para la vida monástica, verificadas en el periodo de novicio, y había que realizar una donación, limosnas, que acabaron siendo fincas rurales y convirtieron a muchos monasterios en templos exclusivos para la nobleza. Los monasterios acrecentaron su poder e independencia en función de su patrimonio territorial. El mundo terrenal y el poder no estaban separados de la vida espiritual y monástica.
El monacato en la alta Edad Media
La muerte y las angustias mortales
La concepción de la muerte en el mundo medieval ayuda a comprender otros fenómenos como el culto a las reliquias, o el fanatismo de las cruzadas, auténticas incursiones asesinas de saqueo en las que se perdieron miles de vidas. La mayoría de la población creía que la vida era un estadio intermedio hacia una Vida Eterna, pero la salvación dependía de la vida terrenal, los justos serían recompensados inmediatamente con su ascenso a la Jerusalén celestial y todos aquellos que no habían cumplido con los mandamientos divinos se verían condenados a un sufrimiento eterno en el infierno. En los siglos XII y XIII se definió el concepto teológico del ya existente popular purgatorio, era la solución a la polaridad entre el cielo y el infierno y la difícilmente comprensible misericordia divina que perdonaba los pecados. Este reino intermedio armonizaba también con la labor de los santos como intermediarios de los hombres que todavía no habían perdido el alma definitivamente y estaban pendientes de ser juzgados ante el tribunal de Dios.
La gente tenía un miedo extraordinario a la muerte repentina que los pudiera atrapar desprevenidos, sin que hubieran tenido tiempo de rezar o arrepentirse para recibir perdón de los pecados.
El culto a las reliquias
Los santos, cercanos a Dios, eran los intermediarios que encendían la piedad y esperanza de los fieles para lograr la salvación eterna, pero también podían actuar sobre la vida terrenal. Los hombres buscaban curación durante la enfermedad y cuando sanaban lo consideraban un milagro. Los cultos a los santos milagrosos surgían de forma espontánea y la veneración sin control socavaba la autoridad eclesiástica. Entonces, la Iglesia solía aceptar a la venerada o venerado en el santoral y así podía controlar el fenómeno popular.
El número de peregrinos determinaba la relevancia del lugar de culto, tumba o iglesia del santo y en consecuencia, adquiría mayor poder político. Por esto, los príncipes intentaron incorporar a sus territorios y posesiones reliquias de los santos más importantes.
El gran crecimiento de construcciones religiosas incrementó la demanda de reliquias, ya que eran la garantía sagrada de la consagración y de esta manera se renunció a la idea del "cuerpo entero e incólume" y cualquier parte del cuerpo del santo supuso que éste se encontraba presente.
La veneración de las reliquias también se relaciona estrechamente con objetos materiales. Los exvotos en forma de figurillas de cera representaban las enfermedades de partes del cuerpo de los fieles que se esperaba que los santos sanasen y eran colocados en los sepulcros medievales de los santos o en las capillas.
Eran objetos mágicos que mostraban al santo la enfermedad que debía curar.En la actualidad todavía se realizan este tipo de prácticas, aunque ahora más como muestra de agradecimiento por una enfermedad curada.
El gran culto a la muerte aparece en todas las iglesias y la ornamentación eclesiástica, desde las esculturas decorativas con las escenas de juicios y de infiernos, hasta las doradas representaciones de la Virgen con su hijo predestinado a morir para salvar a los hombres, pasando por los crucifijos y relicarios y el resto de objetos empleados en la celebración litúrgica, con los que se recordaba la muerte de Jesucristo en la cruz.
Los monjes del clero medieval fueron los grandes agentes de ese culto a la muerte. Los monasterios se convirtieron en los principales centros de conservación de reliquias: la mayoría de las abadías estaban levantadas sobre el sepulcro de un mártir o de un transmisor de los evangelios, y ésto acrecentaba el papel de los monjes como intermediarios entre el tenebroso mundo de los muertos bajo la tierra y el de los vivos sobre ella.
La Majestad de Santa Foy, sentada en un trono y coronada, está datada en los siglos IX y X, de un interés histórico y artístico excepcional, acoge una inaudita reliquia: la parte alta del cráneo de Santa Foy, una joven cristiana agenesa martirizada en el 303 y cuyos huesos fueron objetos de una "transferencia furtiva" hasta Conques en el 866.
Su plástica sorprende: el cuerpo desproporcionado (cabeza, brazos y pies sobredimensionados), la expresión fuerte y altiva de
la cara (grandes ojos de cristal azul oscuro, barbilla elevada), el brillo del oro, de las pedrerías y de los esmaltes, dan un sentimiento extraño que ha llevado a calificar, muy a menudo, de ídolo esta reliquia, que es en realidad un icono; es decir, la figura de una santa en la gloria del cielo. Brillante espejo de la luz divina, la cara dirigida hacia el Altísimo, Santa Foy, triunfante de la muerte, intercede por los peregrinos que rezan.
Caracterísiticas de la arquitectura románica
La arquitectura románica es eminentemente religiosa y crea un tipo de templo abovedado, bastante uniforme, de interiores oscuros que mueven al recogimiento. No se aprovechan elementos constructivos ni decorativos de monumentos anteriores y la proporción clásica desaparece por completo.
La planta preferida es la de cruz latina, con una o varias naves longitudinales que finalizan en una cabecera con ábsides. Una nave tranversal o crucero atraviesa las naves longitudinales mientras que si las naves laterales rodean la capilla mayor nos encontramos con la girola o deambulatorio, elemento típico de la iglesia de peregrinación cuyo objetivo es que los peregrinos contemplen las reliquias allí guardadas. La nave de crucero y las laterales suelen estar rematadas con capillas, habitualmente entre los contrafuertes, elementos externos que sirven para distribuir las presiones.
La construcción de iglesias y catedrales no sólo servía para celebrar la misa, sino que también poseía una importancia política, ya que demostraba la posición social de aquellos que encargaban la construcción del edificio.
El arco de medio punto, la bóveda de cañón, la cúpula en el crucero y las de cuarto de esfera en los ábsides son los elementos de cubierta más utilizados. Los arcos suelen descansar en pilares cruciformes para sustentar los arcos de la bóveda. La nave central es más elevada y en ella se horadan las ventanas que dan luminosidad al templo. Sobre las naves laterales se sitúa un segundo piso o tribuna que abre sus ventanas a la nave central. Sirve habitualmente para alojar a los peregrinos. El crucero suele estar cubierto con una bóveda más elevada o cimborrio. El campanario se ubica en diferentes lugares siendo el más habitual en la fachada principal.
Esta somera descripción de un prototipo de iglesia románica no impide que en las diferentes regiones se desarrollen elementos propios. Podemos encontrar diferentes escuelas, siendo las más destacadas la francesa -donde conviene señalar la catedral de Cahors, la iglesia de Santa Fe de Conques, Nuestra Señora la Grande de Poitiers o San Trófimo de Arlés-; la inglesa con las catedrales de Ely, Winchester, Durham y Gloucester; la italiana con el conjunto de Pisa, la iglesia de San Miniato el Monte de Florencia o la de San Ambrosio de Milán; la alemana con el ábside a los pies de la nave principal que se aprecia en la iglesia de Hildesheim; o la española con monumentos tan importantes como la catedral de Santiago de Compostela, la catedrales de Lérida y Jaca, la iglesia de San Isidoro de León, San Martín de Frómista o la catedral de Zamora, con su cimborrio de inspiración bizantina, por citar sólo unos cuantos ejemplos.
Caracterísiticas de la escultura románica
La escultura románica representa la reacción más completa frente al naturalismo clásico. Las figuras alcanzan una tremenda espiritualidad y la anatomía queda relegada a un segundo plano ya que los ropajes dominan al cuerpo. Sin embargo, el estilo alcanzará una significativa evolución que llegará al naturalismo gótico.
Los escultores románicos realizan su trabajo dependiendo por completo de la arquitectura. Deben adaptar sus figuras a las proporciones del templo por lo que la escultura adquiere monumentalidad. Gracias a esta adaptación, podemos hablar también de su función pedagógica ya que su objetivo es enseñar a los fieles el camino de la salvación y por ello aparecen en los relieves románicos numerosas figuras identificadas con el pecado. El hombre y la mujer medievales cuando se sitúan delante de una portada de la iglesia deben identificar cuales son las escenas que contemplan, convirtiéndose los templos en auténticas Biblias historiadas.
La escultura adquiere mayor relieve en la portada del templo, especialmente en el tímpano donde se sitúa el tema del Todopoderoso rodeado de los símbolos de los evangelistas -Tetramorfos-. Los veinticuatro ancianos contemplan la escena desde las arquivoltas. El Juicio Final o Cristo en una almendra mística son otros temas característicos del tímpano. Las arquivoltas y los capiteles también presentan esculturas al igual que las jambas donde aparecen grandes estatuas adosadas. El programa iconográfico puede extenderse al resto de la fachada como en Sangüesa o Ripoll o incluso a los capiteles historiados del interior.
El relieve es muy plano y las escenas de escasa complicación, apareciendo los ropajes ajustados al cuerpo, indicándose sumariamente los plegados de las telas con trazos sencillos. Con el tiempo el estilo manifiesta una apreciable evolución y las figuras adquieren mayor volumen mientras el aislamiento característico va siendo abandonado y aparece una mayor comunicación entre las figuras, comunicación que avanza ya el gótico. Las figuras de bulto redondo son bastante escasas, reduciéndose a la representación del Crucificado y de la Virgen con el Niño.
Caracterísiticas de la pintura románica
La pintura románica continúa con la actitud antinaturalista de etapas anteriores al igual que se mantiene la ausencia de perspectiva. El dibujo y los colores planos se yuxtaponen para crear intensos contrastes cromáticos. La figura centra toda la atención del artista y el fondo es liso. Líneas gruesas de color negro o rojo configuran la silueta de la figura mientras que el modelado de los rostros se consigue a base de manchas rojas redondeadas en mejillas, barba y frente. Al igual que la escultura, su ubicación en el templo también está esquematizada. El centro es la capilla mayor donde en la bóveda se representa al Cristo en Majestad rodeado de los evangelistas, aunque también puede aparecer la Virgen. La superficie cilíndrica del ábside está reservada a santos o profetas y en la parte del zócalo se sitúa una composición decorativa mientras en los muros laterales del templo se pintan historias distribuidas en grandes zonas subdivididas en cuadros. Buenos ejemplos de esta pintura románica se encuentran en Cataluña, especialmente las de las iglesias de Tahull, hoy en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.
Como ejemplo las iglesias alemanas de la región del Harz y las monumentales catedrales del medio Rin que se han clasificado como "románico imperial". En Alemania la arquitectura románica fue responsabilidad de los poderosos del imperio, ante todo de obispos y monasterios, pero también de emperadores y terratenientes.